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15-01-2018 |
Un error de Sanguinetti acerca de los musulmanes y algunas consideraciones en torno a la laicidad y el ejército
Marcelo Marchese
"Un profesor de historia, por lo tanto, sale de aquel noble instituto tan munido de conocimientos sobre el Islam como antes de haber entrado, y sospecho que algo similar debe ocurrir con el estudiante de historia de Humanidades, salvo que se aplique ex profeso a ello."
En un artículo donde el expresidente critica al Comandante en Jefe del Ejército por violar la laicidad en repetidas ocasiones, hace la siguiente y errónea afirmación: "La figura histórica de Jesucristo podría decirse que, salvo para musulmanes y algunos cultos orientales, es respetada universalmente" (1).
Creo que este error, más que generado por la animadversión hacia los musulmanes, está determinado por cierta ignorancia con respecto a ellos.
Aclaro al lector que no soy un erudito en el tema. Intenté leer el Corán pero, a causa de una relación hedonista con la literatura, lo abandoné a las primeras páginas. Lo que sí hice fue disfrutar de Las mil y una noches en la versión de Cansinos Assens, donde se menciona con cariño a Jesús (allí se le dice Isa o Iesu, y a María se la nombra como Maryem). En una nota al pie, creo recordar, Cansinos, ese sí erudito en el asunto y uno de los más grandes eruditos de la lengua española, dice que Jesús es el segundo (o tercer, no recuerdo con exactitud) profeta en importancia para los musulmanes.
Una búsqueda en Google con las palabras "Jesucristo musulmanes" arrojó de inmediato el siguiente resultado:
"Cuando dijeron los ángeles ¡Maryam! Allah te anuncia una palabra procedente de Él cuyo nombre será el Ungido, Isa hijo de Maryam; tendrá un alto rango en esta vida y en la última; y será de los que tengan proximidad. En la cuna y siendo un Hombre maduro, hablará a la gente y será de los justos. Dijo (María): ¡Señor mío! ¿Cómo voy a tener un hijo si ningún hombre me ha tocado? Dijo: Así será, Allah crea lo que quiere; cuando decide un asunto le basta decir: ¡Sé! Y es." (Corán, 3:45-47)
"Verdaderamente Isa (Jesús), ante Allah, es como Adán lo creó de tierra y luego le dijo: ¡Sé! Y fue" (Corán, 3:59)
"Y les enseñará la Escritura y la Sabiduría, la torá y el Inyil (el evangelio). Y será un mensajero para los hijos de Israel (y les dirá): He venido a vosotros con un signo de vuestro Señor. Voy a crear para vosotros, a partir del barro, algo con forma de ave. Soplaré en ello y será un ave con permiso de Allah. Y sanaré al ciego y al leproso y daré vida a los muertos con permiso de Allah y os diré (Sin verlo) lo que coméis y lo que guardáis en vuestra casas. Y, si sois creyentes, en ello tenéis un signo" (Corán, 3:49)
En suma, para los musulmanes Jesús es un musulmán, aunque haya nacido antes que Mahoma, pues se sometió a la voluntad de dios y era un creyente en el dios único, alguien que transmitió el mensaje de Alá y anunció la venida de Mahoma. Un buen musulmán debe creer en Jesús, un Jesús diferente al de la mitología cristiana, pues hacía milagros por favor divino y no por su propio poder y además no fue crucificado, sino que fue ascendido a los cielos por Alá.
Aclarado este error conviene decir que Sanguinetti, un hombre instruido y el más lúcido operador de la derecha, no hace otra cosa en este punto que exhibir el desconocimiento del hombre occidental acerca de los musulmanes.
En los cuatro años cursados en el IPA, ni una sola vez debí estudiar el nacimiento y expansión del Islam y nunca por ningún motivo estudié algo relacionado con los árabes. En el programa de Historia Universal II se incluía el Islam, pero ningún profesor ahondaba en ello y tampoco preguntaba nada de ello, principalmente porque no sabía nada de ello. Ese programa refería a la edad media (nombre asaz inadecuado) pero en rigor, lo que se estudiaba era la edad media francesa y las otras edades medias se consideraban de segunda categoría.
Un profesor de historia, por lo tanto, sale de aquel noble instituto tan munido de conocimientos sobre el Islam como antes de haber entrado, y sospecho que algo similar debe ocurrir con el estudiante de historia de Humanidades, salvo que se aplique ex profeso a ello.
Uno piensa que nada de esto es casual. Nuestra ignorancia sobre el Islam y sobre la historia del mundo árabe es acalambrante. Si se le preguntara a un intelectual latinoamericano qué significa el Pacto del Quincey se quedaría rascando la cabeza. Ese pacto, junto a la creación del Estado de Israel, es un acontecimiento capital en la relación del mundo árabe con occidente en el siglo XX, pues determinó que mientras Arabia Saudita proveyera de petróleo a USA, USA permitiría que Arabia Saudita difundiera en el mundo árabe su reaccionaria versión del Islam, así como le permitiría difundir su influencia en otros aspectos y allí tenemos, pruebas al canto, la criminal invasión de Bahrein en el 2011, cuando los sauditas, inquietos por la revolución democrática, masacraron a los manifestantes y cercaron los hospitales para impedir que se atendiera a los heridos.
Si fuéramos por una vez sinceros con nosotros mismos, admitiríamos que las ideas que tenemos acerca de los musulmanes y de los árabes en general, vienen de dos fuentes harto intencionadas: los informativos y los filmes emanados de Hollywood, los cuales, al menos en esta específica temática, son de una factura pobrísima.
Es obvio que las fuentes no acaban allí y que los intelectuales y la literatura occidental acerca de oriente también juegan un papel, aunque sustancialmente menor. Si alguien quiere ahondar en el tema le recomendaría la lectura de Orientalismo , de Edward Said, libro donde, con una erudición sorprendente (a una persona normal no le daría el tiempo de dos vidas para leer y pensar todo lo que ha pensado y leído ese hombre) el autor explica cómo occidente ha construido un cristal coloreado a través del cual mira al oriente, no para ver lo que es, sino para ver lo que quiere ver. La síntesis del libro es que tenemos una visión delirante del oriente, visión que se ha construido a lo largo de los siglos para la mayor gloria de la dominación occidental.
El error de Sanguinetti, por lo tanto, es bastante disculpable pues es víctima de esa cosa que nos afecta a todos los occidentales y que se llama orientalismo, que opera, digamos, como la presión del aire: existe, es incuestionable, pero vivimos sin darnos cuenta de su existencia.
Un poeta ha dicho que "la hoja que arrastra la más suave brisa se cree el más libre de los seres" y así nos creemos nosotros al mirar otros mundos, libres, aunque no seamos otra cosa que pobres hojas arrastradas por la furiosa tormenta del orientalismo.
La laicidad y el Ejército
Establecido lo anterior, quisiera decir algo acerca de lo esencial del artículo de Sanguinetti, la eventual violación de la laicidad por parte del Comandante en Jefe del Ejército y agregar algo acerca de la laicidad en general, habida cuenta del run run generado por la balconera colgada en la casa particular de Tabaré Vázquez.
El concepto de laicidad es harto complejo, pues, en el caso de la enseñanza, para algunos significa que el profesor no debe manifestar sus opiniones, pero para otros significa que las exprese en tanto las fundamente científicamente. Se trata, en un caso, de que el profesor no influya en la forma de pensar de los alumnos y en el otro se trata de reconocer una obviedad: el profesor influye en la forma de pensar de los alumnos y ya que lo hace, lo mejor es que lo haga despertando el espíritu crítico en el alumno, el futuro ciudadano. Lejos de negarse a influir, el profesor debe decididamente influir para crear republicanos.
El primer concepto de laicidad, el de una enseñanza aséptica (sin infecciones), pretende hacer del mundo un hospital donde a toda hora y todo el tiempo, todos lavan todo con agua jane y el resultado es que al entrar a ese hospital (el mundo), a uno lo voltea un veneno llamado hipoclorito de sodio, el cual fue usado en alguna guerra con gran suceso.
El segundo concepto de laicidad reconoce que los hombres, en el sentido de los humanos y humanas, como los/las ha llamado nuestro presidente, reconoce que todos tenemos sexo, edad, pertenencia geográfica e ideas y sentimientos propios, todas cosas las cuales no podemos desechar sin dejar de ser humanos. Así que, en el caso de cualquier actividad desplegada desde una institución estatal, debemos obrar como seres humanos. Lo que no podemos hacer es utilizar ese magnífico instrumento llamado Estado para acarrear votos para nuestro partido o adeptos para nuestra secta religiosa, ni ninguna otra cosa parecida.
Que el Presidente, o su esposa, vaya a misa o cuelgue una balconera religiosa en su casa, no me molesta en absoluto y no me molestó en extremo el mensaje de paz navideño del Comandante en Jefe del Ejército. Creo que dicho Comandante midió muy bien sus palabras como para poder defenderse en el caso que se lo cuestione por violar la laicidad. Creo también que el Comandante en Jefe del Ejército se da cuenta que el Ejército no es una institución particularmente respetada por nuestra sociedad y eso fue lo que lo incitó a mandar el dichoso mensaje navideño. No fue un mensaje para la tropa, fue un mensaje para nosotros, los contribuyentes que sostenemos a unas Fuerzas Armadas que, desde la Guerra del Paraguay, no han participado en ninguna guerra (2). Es decir, el Comandante en Jefe mandó (a escondidas) un mensaje político, cosa que se supone debe estar prohibida.
Aunque pienso que el Comandante en Jefe del Ejército tiene derecho a mandar el pacífico mensaje navideño que mandó, en honor a la verdad debo decir que me encuentro entre aquellos que si bien respetamos al Ejército, no tenemos una opinión especialmente elevada de él y es más, pondría toda mi fuerza de voluntad a favor de una iniciativa que disuelva esa muy costosa institución que nada bueno puede traernos. Estaría de acuerdo con tener una especie de policía reforzada, ciertas naves que defiendan nuestro espacio marítimo de ladrones que vienen a robarnos el pescado y algunos aviones que defiendan nuestro espacio aéreo de contrabandistas.
Si no aceptamos la idea de disolver este muy costoso Ejército que en rigor sirve para dar trabajo a mucha gente, podríamos tomar la decisión de transformarlo de forma ultra radical (3). Establecer, en caso de una bien remota invasión, un plan de defensa que significaría replegarnos y hostilizar al enemigo. Para eso serían necesarios unos pocos cientos de militares entrenados que tengan la capacidad de dirigir milicianos, que seríamos los civiles que junto a esos pocos militares profesionales enfrentaríamos al enemigo.
Esto tiene ribetes fantásticos, pero si uno tiene un Ejército, necesariamente debe pensar que debe servir para disuadir a un invasor, o para enfrentarlo, o para invadir a otro país cualquiera. De invadir ni hablemos y no creo que de acá a un siglo alguien piense en invadirnos ¿Para qué? Por lo que se ve, se apoderan de nuestras riquezas de forma mucho más pacífica y el día que consideremos que nuestras riquezas deben ser aprovechadas por nosotros, ahí vamos y pensamos si le conviene o no a la república crear un ejército mancomunado con el pueblo, el cual, por otra parte, tendría todo derecho a hablar de política, pues una democracia sólida no puede darse el lujo de despreciar la visión de nadie y de todas las opiniones precisa para fortalecerse y defenderse.
(1) http://www.correodelosviernes.com.uy/El-Comandante-y-el-dedo-en-el-ventilador.asp
(2) Acerca de la imperiosa necesidad de abolir nuestras FFAA. Marcelo Marchese
http://www.uypress.net/auc.aspx?43248
(3) El propio Ejército comenzó a estudiar curricularmente en el Instituto Militar de Estudios Superiores la concepción y procedimientos de las Operaciones de Resistencia Nacional (ORN) que "forman parte de una estrategia defensiva que basa su desarrollo más en el apoyo activo y decidido de la población y en el alargamiento de la guerra que en las tecnologías avanzadas, el material y las grandes formaciones. El primer componente es el desarrollo en nuestro territorio de las citadas ORN, en el seno de la población, una vez sobrepasados nuestros mayores medios por parte del enemigo". Cnel. Gustavo Silva, subjefe del Departamento III del Estado Mayor del Ejército. Operaciones de Resistencia Nacional y Disuasión. Revista El Soldado, 2006.
Fuente: http://www.uypress.net/auc.aspx?82561,152
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